miércoles, 25 de marzo de 2009

Espejos rotos


Continuando con la obsesión de los refugios de cada uno, de la forma de encontrar la autoestima de cada uno, de la singularidad, del mundo felino, de los espejos y de los reflejos, de los cuentos y la literatura y de mi homenaje a los argentinos, traigo hoy un cuento de uno de mis escritores favoritos que escribió una de mis novelas favoritísimas (Bomarzo): Manuel Mujica Lainez, que escribiré así, sin acentos, porque nunca he sabido cuál es la manera correcta: creo que he visto todas las combinaciones posibles. A mí me gusta decir Manuel Mújica Laínez, y así le llamo "por dentro", pero no sé si es así su nombre.

El complemento de mi "mural" no es en esta ocasión ninguna obra cumbre de la pintura ni nada de eso; es una simple foto (magnífica a mi modo de ver, como absoluta desconocedora del tema) que he encontrado por internet, y unida al cuento expresa perfectamente para quien lo quiera entender lo que pretendo expresar.

El cuento es inquietante, pero poco; raro, pero poco; curioso, bastante; especial: mucho. Es corto, pero largo; es fácil de leer, pero difícil. Es un cuento sujeto a muchas interpretaciones, algo que también me encanta, y es un cuento de literatura de la buena, para los que no tenéis tiempo de leerla pero sí de leer blogs ;-)

Espero que os guste.

Se llama

Narciso




Si salía, encerraba a los gatos. Los buscaba, debajo de los muebles, en la ondulación de los cortinajes, detrás de los libros, y los llevaba en brazos, uno a uno, a su dormitorio. Allí se acomodaban sobre el sofá de felpa raída, hasta su regreso. Eran cuatro, cinco, seis, según los años, según se deshiciera de las crías, pero todos semejantes, grises y rayados y de un negro negrísimo.
Serafín no los dejaba en la salita que completaba, con un baño minúsculo, su exiguo departamento, en aquella vieja casa convertida, tras mil zurcidos y parches, en inquilinato mezquino, por temor de que la gatería trepase a la cómoda encima de la cual el espejo ensanchaba su soberbia.

Aquel heredado espejo constituía el solo lujo del ocupante. Era muy grande, con el marco dorado, enrulado, isabelino. Frente a él, cuando regresaba de la oficina, transcurría la mayor parte del tiempo de Serafín. Se sentaba a cierta distancia de la cómoda y contemplaba largamente, siempre en la misma actitud, la imagen que el marco ilustre le ofrecía: la de un muchacho de expresión misteriosa e innegable hermosura, que desde allí, la mano izquierda abierta como una flor en la solapa, lo miraba a él, fijos los ojos del uno en el otro. Entonces los gatos cruzaban el vano del dormitorio y lo rodeaban en silencio. Sabían que para permanecer en la sala debían hacerse olvidar, que no debían perturbar el examen meditabundo del solitario, y, aterciopelados, fantasmales, se echaban en torno del contemplador.

Las distracciones que antes debiera a la lectura y a la música propuesta por un antiguo fonógrafo habían terminado por dejar su sitio al único placer de la observación frente al espejo. Serafín se desquitaba así de las obligaciones tristes que le imponían las circunstancias. Nada, ni el libro más admirable ni la melodía más sutil, podía procurarle la paz, la felicidad que adeudaba a la imagen del espejo. Volvía cansado, desilusionado, herido, a su íntimo refugio, y la pureza de aquel rostro, de aquella mano puesta en la solapa le infundía nueva vitalidad. Pero no aplicaba el vigor que al espejo debía a ningún esfuerzo práctico. Ya casi no limpiaba las habitaciones, y la mugre se atascaba en el piso, en los muebles, en los muros, alrededor de la cama siempre deshecha. Apenas comía. Traía para los gatos, exclusivos partícipes de su clausura, unos trozos de carne cuyos restos contribuían al desorden, y si los vecinos se quejaban del hedor que manaba de su departamento se limitaba a encogerse de hombros, porque Serafín no lo percibía; Serafín no otorgaba importancia a nada que no fuese su espejo. Éste sí resplandecía, triunfal, en medio de la desolación y la acumulada basura. Brillaba su marco, y la imagen del muchacho hermoso parecía iluminada desde el interior.

Los gatos, entretanto, vagaban como sombras. Una noche, mientras Serafín cumplía su vigilante tarea frente a la quieta figura, uno lanzó un maullido loco y saltó sobre la cómoda. Serafín lo apartó violentamente, y los felinos no reanudaron la tentativa, pero cualquiera que no fuese él, cualquiera que no estuviese ensimismado en la contemplación absorbente, hubiese advertido en la nerviosidad gatuna, en el llamear de sus pupilas, un contenido deseo, que mantenía trémulos, electrizados, a los acompañantes de su abandono.

Serafín se sintió mal, muy mal, una tarde. Cuando regresó del trabajo, renunció por primera vez, desde que allí vivía, al goce secreto que el espejo le acordaba con invariable fidelidad, y se estiró en la cama. No había llevado comida, ni para los gatos ni para él. Con suaves maullidos, desconcertados por la traición a la costumbre, los gatos cercaron su lecho. El hambre los tornó audaces a medida que pasaban las horas, y valiéndose de dientes y uñas, tironearon de la colcha, pero su dueño inmóvil los dejó hacer. Llego así la mañana, avanzó la tarde, sin que variara la posición del yaciente, hasta que el reclamo voraz trastornó a los cautivos. Como si para ello se hubiesen concertado, irrumpieron en la salita, maulando desconsoladamente.

Allá arriba la victoria del espejo desdeñaba la miseria del conjunto. Atraía como una lámpara en la penumbra. Con ágiles brincos, los gatos invadieron la cómoda. Su furia se sumó a la alegría de sentirse libres y se pusieron a arañar el espejo. Entonces la gran imagen del muchacho desconocido que Serafín había encolado encima de la luna ­y que podía ser un afiche o la fotografía de un cuadro famoso, o de un muchacho cualquiera, bello, nunca se supo, porque los vecinos que entraron después en la sala sólo vieron unos arrancados papeles­ cedió a la ira de las garras, desgajada, lacerada, mutilada, descubriendo, bajo el simulacro de reflejo urdido por Serafín, chispas de cristal.

Luego los gatos volvieron al dormitorio, donde el hombre horrible, el deforme, el Narciso desesperado, conservaba la mano izquierda abierta como una flor sobre la solapa y empezaron a destrozarle la ropa.


Manuel Mujica Lainez; Argentina: 1910-1984.

22 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

Otro gran relato magnífico que descubro gracias a ti, los espejos dan para mucho, muy inquietantes si te paras más de la cuenta en ellos.

Tu seguro que los haces brillar con tu presencia preciosa.

Besos

sonoio dijo...

acá le decimos manucho
fué una especie de dandy exquisito
alguien que me hubiera gustado conocer!
un beso

Eponine dijo...

Este relato tiene todos los elementos que me gustan... espejos, gatos... ¡es perfecto! jajaja.

Fauve, la petite sauvage dijo...

Gracias, Luz de Gas; me gusta lo que dices aunque añadiría que... según lo mires (nunca mejor dicho) porque qué mejor cosa que poderse mirar en un espejo a los ojos...

Sonoio, ¡y a mí! Me embrujó totalmente. Manucho, qué bonito; mi abuela se llamaba Carmen y, a pesar de que yo lo considere el nombre más bonito del mundo, ella lo odiaba y se hacía llamar Carmucha ;-)

Eponine, a mí también, y otros; de las supersticiones no hablo porque si empiezo no paro y una de mis amigas se pone mala de verdad y... si quieres me escribes y te cuento cosas de mi gato negro "escalofriantes", jajaja, y absolutamente verídicas; la última justo el día del programa de Juan mientras estaba hablando, que sentí un ruido y cuando fui a mirar... no, no era un espejo roto, eso ya lo hizo en otra ocasión ;-)

Eponine dijo...

Buah... eso no es ná... el mío ha roto espejos, platos, lámparas... ¡incluso una televisión! (no me preguntes cómo... jajaja). Si es que llevan al demoño en la zangreee... xD

Bueno, pero me has dejado con la curiosidad ¿qué fue lo que tiró el tuyo cuando estabas en la radio?.

Susana Peiró dijo...

Qué bonita Entrada, Fauve!

Antes que nada, MUCHAS GRACIAS por el homenaje a los escritores argentinos, y sobre todo a "Manucho" Mujica Lainez (hacés bien en escribirlo así, nuestro hombre se negaba al tilde)
Gracias a la sugerencia de alguien muy querido para mí, estoy leyendo en estos momentos "Bomarzo". Ya te contaré.

(Manucho nació en Córdoba, también yo, lo siento cercano)

Un Besote Diosaaaa!!!!

BLAS dijo...

Hola Fauve, qué bonito chica, me ha encantado, yo es que sí que soy pelín supersticiosa, a mí que se me rompa un espejo son siete años de mala suerte... Mira, solo de pensarlo ya estaba tocando madera, jejeje. Cuando veo un gato negro, procuro que no se me cruce, y evito por todos los medios pasar bajo escaleras, y un largo etc... Debe ser mi yo andaluz.
Me alegra saber que tu libro favorito es Bomarzo, porque me encantó y no hace mucho que lo leí por recomendación de un amigo. También de M.M.Laínez hace tiempo me leí El Escarabajo, muy bueno también. Saludos!!

El Kioskero del Antifaz dijo...

En América Latina ha habido desde siempre una gran tradición de escritores de relatos.

Tengo muy claro que entre los norteamericanos quizá me quedo con Carver y con ese lenguaje suyo que se te clava como un cuchillo, pero en lo referente a cuentistas hispanos... no sé... hay tantos...

Una entrada estupenda

Fauve, la petite sauvage dijo...

Epo9, sí, también ha roto un televisor el mío, sin querer, por supuesto, pobriño, y fue precisamente cuando se rompió el espejo roto y al menos no me cayó en la cabeza que en la posición que estaba era lo más fácil (ya sé que dicho así parece lo más difícil, pero... a pensar, jeje. Mientras no sepa si Relato es supersticioso no lo diré. Lo juro.

Susana, ¡cuánto me alegrooo! No sólo eres estupenda, guapa y tienes una voz divina sino que encima naciste donde "Manucho", ay, ya decía yo que algo pasaba ;-)
Espero que te guste mucho; prosigue la lectura aunque te aburra al principio -suele pasar, hasta que no se le coge el tranquillo, como decimos aquí, es que es un libro especial... Bueno, no es el único para mí pero sí con los dedos de la mano si tuviera que elegir. Yo también te quiero y te recomiendo que lo leas; el mío no puedo dejártelo que ya lo dejé para animar a alguien que ya se animó hace años y que no se acuerda ya de mi pobre libro al que tengo en tanta estima; a ver si se da cuenta de una vez aunque sea leyéndolo por aquí y me lo devuelve sin que tenga que pedírselo...

BLAS, respeto tu opinión porque sé que lo pasáis muy mal, pero te diré que cuando vine a esta casa tenía ya en la entrada un espejo enorme roto, y me han pasado las cosas mejores y las peores, tal y como es la vida. Y mi gatito negro es una de las mejores cosas que me han pasado; además en los países escandinavos y en muchos otros sitios consideran que un gato negro en casa es signo de prosperidad, alegría, buenaventura (guiño a la memoria de Epo9) y no sé qué más; y que si la superstición hispana es del martes 13 y la anglosajona del viernes 13, ¿quién tiene razón? Bueno, no voy a convencerte de lo que es imposible porque ya lo "sufro" con mi hermano incluso, jaja, yo no tengo ni una sola superstición y para colmo mi color favorito es el amarillo, de toda la vida (no para llevar la contraria). ¡Y soy andaluza! En Galicia hay muchas supersticiones; yo creo que más aún.
Me alegro mucho de que lo leyeras también por recomendación de un amigo; en mi caso éste en concreto fue por un antojo tonto, yo creo que la telepatía de mis partes bruja y meiga :P. Lo vi en una feria del libro en Málaga (a donde voy con frecuencia) y pensé en comprarlo pero seguí mi camino y lo olvidé; conocía el título y el autor pero no había leído nada de él. Cuando volví a casa me di cuenta del olvido; bajé otra vez y ya no estaba el libro. Recorrí la feria entera y no quedaba en ni un sólo estand, pero cuando llegué al último, ya sin esperanza ninguno, allí quedaba el último esperando para mí... por eso tengo tanto cariño incluso físico al libro, a pesar de ser de una colección barata, encuadernado malo y tal. Comprar otro no es igual.

Kioskero, adoro la literatura latinoamericana; quizás sea la que más conozca, más aún que la española -exceptuando a mi Enrique Vila-Matas, pero como es catalán...- si hablamos de literatura "relativamente" actual, ya sean relatos o novelas, incluso poesía, que descubrí hace muy poco que me gustaba cuando siempre pensé que no me tiraba.
El último gordo, gordo, gordísimo (además literalmente) que leí fue 2666 de Roberto Bolaño, que forma ya parte de esos que te quedan para marcar con los dedos de la mano ;-) como quizás Rayuela de Cortázar (es que de Cortázar creo, creo que lo he leído ¡todo! porque empecé con él muy joven y aparte de los que compraba o me regalaban o prestaban me iba a las bibliotecas a paparme todo lo que podía, que por entonces no había internet; y es muy difícil elegir uno sólo, pero al ser el más representatito y el primero que leí de él y por el que le conocí... De García Márquez me quedo, como él (pero lo dije públicamente antes que él, jeje, y me quedé a cuadros cuando lo oí) con El amor en los tiempos del cólera, que es realmente su mejor libro; de Borges, no sé, todo... anque no creas que soy del club de fans adoradores como si fuera un Dios; no niego su sitio, pero creo que hay muchos tronos. Bueno, corto, que se me va la olla. De los norteamericanos conozco muy poco; me gusta mucho Auster que tardé tanto en conocer por mi manía y casi odio hacia todo lo que se ponga de moda, pero reconozco que me gusta, aunque no lo encuadraría en una literatura de primer nivel nunca, pero el pobre lo intenta :P. A Carver no lo he leído: lo haré, ya me lo recomendaron muchas veces pero es que yo soy rarita, y con los extranjeros creo que las traducciones (por no echarle la culpa a los escritores), por lo general, les traicionan.

Actualmente estoy leyendo dos libros a la vez, pero tengo pendiente encontrar una entrada de un blog (y creo que era de BLAS, precisamente) para comentar allí uno de ellos del que estuvimos hablando, yo eché pestes pero el otro día vi el ejemplar tan a mano que me lo compré (qué vicio, chico) y recomendar el otro, jajajaj, aunque aún esté con los comienzos y a poquitos y me estén encantando ambos y haya descubierto por fin algo tan sencillo por lo que no me gustaba el primero, aparte de la traducción.

Me alegro mucho de que os gusten los relatos que voy seleccionando, claro que son todos de delicatessen... Perdonad el rollo, ya conocéis mi tendencia a la dispersión, y eso que acabo de dormir una siesta de las de Camilo José Cela (decía "de pijama, orinal y Padrenuestro") sin ninguno de los tres requisitos pero seguramente igual de efectiva y larga y que me hacía mucha, mucha falta, y me encuentro mucho mejor ya, dentro de lo que hay.

¡Besos para todo el mundo!

Luis Antonio dijo...

Al leer el relato me ha venido a la memoria de sabe Dios cuándo lo leí por primera vez. Te felicito por la selección y por la foto que ilustraa la entrada, Fauve

Besitos

Fauve, la petite sauvage dijo...

¡Gracias, Luis! Yo pensaba que no lo había leido, pero es tan difícil a veces acordarse o no, porque me venían recuerdos y no sé si de otros relatos o de éste mismo, hasta que tuve la completa certeza de que sí.

La foto no es la más adecuada para el texto, pero sí para mi "collage", ya sabes ;-)

¡Un beso!

Fauve, la petite sauvage dijo...

Ah, Susana, quería preguntarte, ¿entonces se dice así? es que sin tilde cambia el sitio donde se debe poner el acento al hablar...
¿Mújica, Mujica o Mujicá? ¿Láinez, Laínez o Lainez? En el caso de que él le pusiera la tilde, quiero decir, ya que no podemos comunicarnos oralmente...
Sí, ahora que lo dices creo que algo he leído sobre eso de sus tildes (como Juan Ramón Jiménez -que me encanta-, y sus jotas y tal).

Paco Becerro dijo...

Pues para mi todo un descubrimiento.
Y también me gustó la foto de tu collage, el espejo roto con autofoto.

Beso

BLAS dijo...

Fauve, yo entro en una casa con un espejo roto en la entrada y soy como el niño de la Profecía antes de entrar en la iglesia, jejeje... No te pienses que los gatitos negros no me gustan, de hecho me encantan de todos los colores, y si tuviera uno, tampoco me importaría, la cosa es cuando estoy en la calle y uno desconocido aparece de no se sabe dónde, mirándote y pasando por delante... Me dan escalofríos. Pero a mi los animales me encantan, es la situación en sí, no el animalillo.
Respecto al libro que mencionas que dices que pudo haber sido de mi blog, ya me has dejado con la intriga, de modo que investiga y cuando lo descubras lo dices, que ya estoy yo dándole vueltas al tarro a ver cual puede ser... Besos!!

Juan Duque Oliva dijo...

Mi niña preciosa, eres un ángel y seguro que tu te puedes mirar con toda tranquilidad en los ojos, yo me asusto algunas veces cuando no estoy preparado.

Eres de lo más lindo de la blogosfera.

Besos

América dijo...

Precioso texto,empañada de una imagen que invita a leerte con interés y retenimiento,los espejos rotos tienen un poder casi atávico de crearnos zozobra,lo interesante es recordar que su fragilidad probablemente nos recuerde que hay cosas en nuestras vidas que una vez que se rompen son como ese espejo,gracias por traernos a "Manucho" Mujica Lainez....
Un gato negro es precioso!...De donde vendrá ese temor sobre todo si se nos cruza al frente?....

América dijo...

perdón acompañada de una imagen.

Anónimo dijo...

MARAVILLOSO, para los que como yo no tenemos tiempo para leer (aunque ya me estoy terminando mi 2º libro de este año) pero si leemos los blog, me he metido tanto el relato que cuando me he dado cuenta tenia la mano izquierda abierta en el pecho. Da mucho que pensar. Un beso

Fauve, la petite sauvage dijo...

Me alegra mucho que te haya gustado, Futuro Bloguero. Lo del collage ya son cosas mías, pero cada uno puede ver lo que quiera ;-)

BLAS, pues a mi casa ya no puedes venir, buaaaaa, no sé cómo podría camuflarlo; quizás si traes anteojos y no miras... En cuanto a los gatos negros, me gustaron siempre pero ahora más, desde que tengo a Max que me permite vivir en su casa. Y lo de cruzarse, a saber quién se inventó la asociación, pues anda que no se cruzan personas, automóviles y objetos en nuestro camino, y si cada uno fuera una superstición, menudo suplicio... Por cierto, en el libro sale un gato negro, jeje.

Vaya, Dianna, lo siento; a Candela le pasó lo mismo, ¿viste? Espero que no tengas más problemas. ¿Cambio la dirección o la añado?

Luz de Gas, yo me puedo mirar tranquilamente porque tengo la conciencia tranquila, pero sólo a los ojos, porque si miro el resto empiezo a pensar en los anuncios y el photoshop y... aggg, qué triste que ese don prevalezca sobre el de la inteligencia, o el de la alegría, o el de la sabiduría, o el de la simpatía, o el de la nobleza, o el de la educación, o el de la... no sigo, serían infinitos los dones que me gustaría poseer antes que la belleza. Aunque tampoco soy un cardo borriquero, eh (y además los cardos borriqueros me parecen preciosos, como la flor del toxo también).

Gracias, América, me alegro mucho; el caso es que me he acordado de por qué me gustan los espejos rotos: muy cerca de la casa de mi infancia había una fábrica de espejos o algo así (Juan, tú o los de Sevilla quizás la recordáis, yo vivía en la Avenida de Felipe II, esquina con la calle Bogotá, y por ahí había muchos chalets y casas residenciales que ahora supongo que no quedarán y serán edificios, no sé, y uno de ellos era la fábrica esa). Cuando paseábamos por allí los amigos, si había trocitos en el suelo siempre cogía yo alguno, me atraían como una piedra preciosa, como si fueran caleidoscopios e incluso mi padre solía hacernos algunos... Bendita inocencia. También porque son un poco la negación del actual culto tan exagerado a la imagen, quizás, no sé. Sobre el cuento... ¡qué puedo yo decir!

Lansbury, ¡cómo me alegro! La verdad es que pensé en ti cuando puse eso de la gente que lee los blogs, jajajaaj. Y si en marzo estás terminando el segundo, no es tan mala tu puntuación comparada con la media... Creo que no consiste en leer mucho, sino en leer lo bueno.

Gracias a todos por vuestros comentarios y me alegro un montón de que os gusten mis elecciones.

maracuyá dijo...

Muy buena entrada fauve.
De nuestro genial Manucho. Ahora no sólo me tientas con Vila Matas sino a releer a Mujica Láinez, así para leerlo como es, pero tú dile como quieras, es Manucho.

Me da miedo seguir leyendo tu espacio...me voy a sentir frustrada
con tantos libros esperando.

Beijinhos

Fauve, la petite sauvage dijo...

¡Hola, Sú! Nos hemos cruzado, jaja.
Pues mira, así me siento yo, pero más que frustrada es con una sensación de inmensidad por todo lo que me queda por leer y releer que no llega una vida para ello...

¡Y con la de tiempo que perdemos en tonterías! Cada vez estoy más obsesionada con la organización y cada vez me organizo peor, jaja, soy un desastre.

Gracias por decirme cómo se dice, así que la fuerza (por no decir el acento o tilde ni nada así) va en el primer apellido en la i y en el segundo en la a, ¿es asi? En España Mujica suele tener el acento en la u, y Lainez suena a tenerlo en la i... Así que lo pronunciaba completamente al reves, ay.
Gracias y besos, me ha alegrado mucho este reencuentro ;-)

BLAS dijo...

Fauve, me dá yu-yu tener espejos rotos en "mi" casa, de modo que me auto-invito a la tuya, jejeje... ¿Cuando me paso...? Besos!!

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