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domingo, 7 de junio de 2009

Cómicos


No estoy seguro de cómo me convertí en comediante o actor cómico. Tal vez no lo sea. No vale la pena discutir sobre esto. En cualquier caso, me he ganado la vida muy bien durante muchos años, haciéndome pasar por uno de ellos. Cuando niño, no recuerdo haber maravillado a nadie con mi ingenio. Soy un sujeto muy prudente y no tengo ni el deseo ni los medios de analizar lo que hace que un hombre resulte divertido para otro. He leído muchos libros de autores que se dicen expertos en la materia, explicando la base del humor e intentando describir lo que es gracioso y lo que no lo es. Dudo que algún comediante pueda honradamente decir por qué es gracioso y por qué el vecino de al lado no lo es.
Creo que todos los comediantes llegan a serlo por tanteo y por error. Esto era ya ciertamente verdad en los viejos días de las variedades y estoy seguro de que aún lo es hoy. La pareja corriente consistía en un actor serio y en otro bufón. El actor serio cantaba, bailaba, o hacía ambas cosas a la vez. Y el actor cómico imitaba unos cuantos chistes de otros artistas y sacaba otros pocos de los diarios y de las revistas cómicas. Luego se dedicaban a actuar en pequeños retratos de variedades, en clubs nocturnos y en salas de fiestas. Si el cómico tenía inventiva, gradualmente iba descartando los chistes robados y los que ya habían pasado de moda e intentaba presentar algunos propios. Con el tiempo, si tenía algo de talento, acababa por emerger del personaje vulgar que había empezado a ser para transformarse en una personalidad distinta y propia. Desta ha sido mi experiencia y también la de mis hermanos, y creo que lo mismo les ha ocurrido a la mayor parte de los demás actores cómicos.
Calculo que no existen ni un centenar de comediantes de primera fila, hombres o mujeres, en todo el mundo. Son material mucho más escaso y valioso que todo el oro y las piedras preciosas del planeta. Pero, como hacemos reír, no creo que la gente comprenda verdaderamente lo necesarios que somos para que conserve su equilibrio. Si no fuera por los breves momentos de respiro que damos al mundo con nuestras tonterías éste conocería suicidios en masa, en cantidades que podrían compararse favorablemente con al mortalidad de los conejos de Noruega.
Estoy seguro de que casi todos habrán oído contar la historia del hombre que, desesperadamente enfermo, va a un psicoanalista y le explica que ha perdido el deseo de vivir y que piensa seriamente en el suicidio. El doctor escucha su relato melancólico y luego dice al paciente que lo que necesita es poder reírse a gusto. Aconseja al infeliz que vaya aquella noche al circo y que pase la velada riéndose con Grock, el payaso más divertido del mundo. El doctor resume:
-Después de que hayha visto a Grock, estoy seguro de que se sentirá mucho más feliz.
El paciente se pone en pie, mira tristemente al doctor, da media vuelta, y se tambalea hacia la puerta. Cuando empieza a abrirla, el doctor dice:
-A propósito, ¿cómo se llama usted?
El hombre se vuelve y mira al psicoanalista con ojos apesadumbrados:
-Soy Grock.
Cuando un actor cómico interpreta un papel serio, siempre me produce una profunda pena ver cómo los críticos lanzan histéricamente al aire sus sombreros, bailan por la calle y abruman al actor con sus felicitaciones. Siempre me he imaginado el hecho de que tal cosa provoque el asombro y entusiasmo de los críticos. Apenas existe ningún cómico vivo que no sea capaz de realizar una gran actuación en un papel dramático. Pero hay muy pocos actores dramáticos que puedan desempeñar un papel cómico de una manera destacada. David Warfield, Ed Wynn, Walter Houston, Red Buttons, Danny Kaye, Danny Thomas, Jackie Gleason, Jack Benny, Louis Mann, Charles Chaplin, Buster Keaton y Eddie Cantor son todos cómicos de primera fila que han interpretado papeles dramáticos y muestran casi unanimidad en decir que, comparada con el esfuerzo de hacer reír, una actuación dramática es como dos semanas de vacaciones en el campo.
Para convencerte de que esta opinión no es exclusivamente mía, heh aquí las palabras de S.N. Behrman, uno de nuestros mejores dramaturgos:
-Cualquier escritor teatral que se haya enfrentado con la tremenda dificultad de escoger actores para una obra, les dirá que el actor capaz de interpretar una comedia es el tipo que interesa. La intuición del cómico llega a lo más profundo de una situación humana, con una precisión y una velocidad inalcanzable por cualquier otro medio. Un gran actor cómico realzará la obra con una inflexión de voz tan diestra como el movimiento de la muñeca de un maestro de esgrima.
No obstante, los críticos siempre quedan sorprendidos.

Groucho y yo, Groucho Marx.
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