HOY
AYER
Mas el daño de la contaminación no es sólo directo. Sus efectos son muy complejos. Del Cañizo subraya la relación de la contaminación del medio y el hacinamiento ccon el desarrollo de ciertas afecciones psíquicas como la ansiedad, la angustia, la tensión, el erotismo y la agresividad.
"Estadísticamente -dice-, se ha demostrado que en una ciudad de 250.000 habitantes, se asesina el doble, se viola el triple y se roba siete veces más que en un conjunto de pueblos pequeños que sumen los mismos 250.000 habitantes."
Esto ratifica la afirmación de Erich Fromm de que para conseguir una economía sana hemos producido millones de hombres enfermos. Y posíblemente, la cadena de males no se interrumpe aquí, puesto que del mismo modo que los contaminantes influyen en enfermedades degenerativas como el cáncer y la leucemia, según se ha demostrado, cabe que lo hagan también sobre ciertas enfermedades y malformaciones congénitas de las que se observa un incremento en nuestro tiempo. EN cualquier caso, es obvio que las conquistas rutilantes de la técnica no bastan para ocultar sus miserias.
No desconozco, claro está, los esfuerzos recientes de algunos países para contrarrestar los efectos perniciosos de una mecanización desenfrenada. Los ejemplos de Londres al promulgar la Ley de Aire Puro de 1965 y la reunión de los países ribereños del Báltico en Gdansk el otoño de 1973 para intentar la recuperación biológica de este mar, son, sin duda, dignos de ser imitados. Pero las iniciativas aisladas significan poca cosa en este terreno.
Los hombres debemos convencernos de que navegamos en un mismo barco y todo lo que no sea coordinar esfuerzos será perder el tiempo. ¿De qué vale, pongo por ejemplo, que Norteamérica instale depuradoras en sus fábricas de cemento y si luego estimula la producción de las españolas -que no la tienen- para comprárselo más barato? ¿Qué adelantamos regulando la pesca de la ballena en acuerdos internacionales, si Rusia y Japón eluden el compromiso para aprovecharse de la cordura y la inhibición ajenas? ¿Qué sentido tienen las precauciones suecas con los vertimientos de sus papeleras, si las rusas llenan el mar Báltico de mercurio? ¿Qué podemos sacar, en fin, en limpi0o de la disposición americana proscribiendo el empleo del DDT, si al mismo tiempo envía sus excedentes a los países subdesarrollados a precios de saldo?
Mientras el respeto a los delicadísimos mecanismos ecológicos no sea una actitud desinteresada y general, apensa adelantaremos un paso. EN este juego participamos todos, pero nadie debe reservarse el derecho de hacer trampas.
Nuestro planeta se salvará entero o se hundirá entero. Unicamente empleando la inteligencia y la razón, podremos escapar de la amarga profecía de Roberto Rosellini cuando dice que "nuestra civilización morirá por apoplejía porque nuestra opulencia contiene en sí las semillas de la muerte".
"El hombre contra el hombre", en Un mundo que agoniza. Miguel Delibes, 1979.
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