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martes, 10 de febrero de 2009

El Encuentro

Bueno, al final escribiré de carrerilla, como siempre (las escasas veces que he escrito en el blog y las muchísimas en que he hecho comentarios).


Leyendo una entrada de la rutilante Candela, en la que hace referencia a otra entrada de la bárbara Barbarita, la chica murciélago, me ha parecido que aún hay un tercer caso, en el que me encuentro. Han coincidido dichas lecturas con la finalización del libro que estaba leyendo, "Historia abreviada de la Literatura Portátil", de Enrique Vila-Matas; acto seguido las he leído a ellas. Voy:

Unos tienen ídolos o, sin llegar a tanto, gente a la que admiran por lo que sea, ya sean actores, cantantes,,, artistas de cualquier tipo, famosos o menos famosos, vamos, a los que desearían conocer y, si se presenta la ocasión, hacen lo posible por acercarse.
(Excluyo, por supuesto, el caso de los "fans porculeros", como dicen mis mencionadas amigas, esos que van detrás de todos sus admirados sistemáticamente más tarde o más temprano, pues no creo que venga a cuento aquí).

Generalmente, y por lo que cuentan, no sólo Candela, los resultados son muy buenos y gratificantes para este tipo de personas, o para este tipo de proceder.



Por otra parte está el grupo de los que son como Barbarita: seres que se conforman con vivir su pasión de un modo, si no secreto, casi; pues no mueven un dedo por conocer a la persona ni tampoco parece que les interese mucho, o piensan que no van a interesar ellos a la persona, y sólo fantasean con la posibilidad pero se limitan a relacionarse con la obra y no con el autor.... ¡Ni falta que les hace! Bueno, leed cómo lo cuenta ella, que es mejor que no a través de mí, ¡sin comparación!


Como decía, se me ha ocurrido que existe un tercer caso, ya que al menos lo que me pasa a mí es distinto a las dos opciones o alternativas extremas expuestas. Debo decir primero que jamás me atreví a -ni me interesó mucho- pedir un autógrafo, en eso me identifico con Barbarita, exceptuando a los baloncestistas de mi paso de la infancia a la adolescencia, a los trece años, cuando el basket se llamaba baloncesto (Brabender, Luyck, Corbalán, ¡Tatchenko!…) contagiada por la euforia casi histérica de mis amigas.




Sí que me hubiera gustado conocer a genios fallecidos, pintores especialmente, también autores clásicos, o personajes históricos. Pero creo que eso es porque es imposible.

Despuès me he topado con algún famoso, pero jamás le hhe dicho nada, ni siquiera les miro, sólo disimuladamente y como si no les hubiera visto, ¡siento pudor! No se trata de una especie de soberbia o prepotencia que algunos tienen por naturaleza y otros por educación ni tampoco de respeto; es simplemente pudor.

Una vez, en el “Cortingléss“, estaba comprando unos libros para el que entonces era mi pareja, y uno de ellos, de bolsillo, el más pequeñito, el más sencillo y el más barato, era “Toxos e froles“, de Manuel Rivas; al ir a pagar a la caja… allí estaba él. La verdad es que no tiene mucho mérito; le he visto un montón de veces, sobre todo allí -y siempre he disimulado, claro; pero eso de tener en la mano un libro suyo y estar los dos juntos esperando por la señorita cajera… Nos miramos de reojo, yo con el tocho de libros y el suyo encima de todos (pues era el más pequeño). En fin, era casi obligado y hasta me pareció un acto de cortesía; quedé muy sorprendida con su actitud tan dulce y cariñosa y con la dedicatoria y el correspondiente dibujito tan mono que hizo, siendo además para un cumpleaños, pero a mi pareja parece que no le gustó mucho, aunque eso es otra historia.

Cuando Chiquito de la Calzada empezaba a ser famoso y yo me partía de la risa con él, a mis padres no les hacía gracia pero se carcajeaban “porque yo les contagiaba la risa”. decían (nunca supe si eso era cierto o una excusa por no reconocer que les hacía gracia). Mis padres pasan mucho tiempo en Málaga y encontraron a Chiquito en el parking del Cortinglé también, jaja, y mi padre ni se lo pensó: se acercó a él mientras mi madre estaba azorada por si le molestaba y le pidió un autógrafo “para su hija“; me trajo por sorpresa a Coruña la foto-postal dedicada que me hizo, además de mucha gracia, mucha ilusión, la verdad; además imaginarme a mi padre hablando con Chiquito es una de esas cosas de la vida que darías algo por haber podido ver…

He saludado muchas veces por la calle al ex alcalde y ahora embajador en la Santa Sede, Paquiño el Terrible; pero siempre como consecuencia de mi tremendo despiste, pensando que era alguien a quien conocía. Eso mismo me pasó con políticos autonómicos cuando estudiaba en Santiago, que luego ya me saludaban ellos a mí, supongo que de la misma forma...

Bueno, ¡a lo que iba!

El caso es que mi admiradísimo Enrique Vila-Matas, que tanto me gusta y al que se refiere precisamente Barbarita con este tema, que, por cierto, fue gracias a él que nos “conocimos“, es alguien con quien me pasa algo especial: él lo sabe, ya que juega con sus lectores y establece un vínculo que todos los que sentimos gusto al leerle sabemos, conocemos y percibimos, además de prestarnos a él. Debo reconocer que me encantaría conocerle. Pero me gustaría conocerle “porque ya le conozco”, no ir a su encuentro.

He tenido ocasión: ha venido algunas veces a Coruña y he estado tentada de ir a sus conferencias pero al final no lo he hecho: no he querido verle ni siquiera desde el público, ¡y no encuentro respuesta a este sentimiento! Se podría describir como una mezcla de emoción y miedo combinados con un pudor exagerado, extremo; parece como si me hubiera atrapado tanto con sus lecturas que si me viera en el público pudiera reconocerme y saber lo que estoy pensando y todo, como si yo fuera “sólo“ él .-o la obra de su obra-, con esos sus ojos tan oscuros y su mirada tan penetrante; con esa su cara de vampiro que esconde a un niño bueno y juguetón, con esa tranquilidad aparente que esconde su timidez que ya no existe pero sigue creyendo que tiene; no, no podría ser. Un amigo se lo encontró paseando por un parque y le abordó, tuvieron una conversación muy interesante y creo recordar que ya le ha visto más veces así, de casualidad. Creo que si yo me lo encontrase por casualidad tampoco le diría nada, y disimularía, como hago con los famosos, aunque mi fantasía sea otra; a no ser que fuera como aquél que estaba a su lado en el semáforo… yo estaría en Barcelona, cerca de la plaza donde vive, esperando a que un semáforo se pusiera en verde para cruzar, y él a mi lado y, al vernos, me diera un “repente” o “siroco”, un resorte completamente incontrolado e inconsciente y reaccionase así sin planificarlo ni durante un segundo, sólo como un mero acto reflejo y por pura confusión, o como un acto condicionado involuntario.

(Y...¿qué pasaría después? ¿nada? Quizás esa es la razón para no conocerle).

O, a lo mejor, como decía Salinas,

"No te busco
porque sé que es imposible
encontrarte así, buscándote
"...

O quizás porque soy una exploradora del abismo. Porque sé perfectamente que no sería por miedo a la decepción; quizás vergüenza o miedo a decepcionar yo, ¡eso sí que podría ser!, pero no al contrario.


En fin, todo este rollo viene a cuento porque me gustaría saber a qué grupo pertenecéis vosotros, o si existen (seguro que sí) otras opciones; ya que esta entrada no tiene sentido más que para remitiros a las de mis admiradas Candela y Barbarita, con las que tanto he disfrutado, y especialmente a que comentéis vuestra opinión al respecto; si queréis podéis juzgarnos y analizarnos, al menos a mí, pero mi idea es saber qué sentís o qué hacéis o qué os gustaría hacer a vosotros, cuántas opciones más existen o a cuáles de las expuestas pertenecéis, o cuáles han sido vuestras experiencias.

Eso de “este blog lo hacen sus comentarios” que tantos ponen en un ladito, aquí está en todo el blog, como bien sabéis, y sin vosotros no tiene sentido; así que os pido que respondáis, será todo un placer leeros.

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