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Hace 1 hora
6 comentarios:
En casa tenemos un ratón, un ratón blanco, un hamster. El pobre ratón está gordo y viejo -tiene cuatro años, yo no sé cuánto será eso en años humanos, debe de ser bastante- y apenas se mueve por la jaula y ya nunca da vueltas en la rueda en la que antes daba vueltas infatigablemente, daba vueltas como si pretendiese escapar de su prisión, como damos vueltas nosotros en nuestras vidas que en el fondo son círculos sin fin.
Si tu gato viese a mi ratón, tal vez no se lo comiese. Sería una presa demasiado fácil. Tu gato negro tiene cara de ser un buen gato, un gato generoso y nada cruel.
Seguro que se hacían amigos... Mi gato es muy feliz, y es realmente especial. Es muy bueno, simpático, inteligente y juguetón. Tenemos también una tortuga de agua y cada vez que la sacamos no sabes con qué cariño la trata, le da golpecitos muy suaves para que ande pero no se asuste (¡y no se asusta!); y le encanta subirse a su tortuguero para verla comer y para mirarse mutuamente con un cariño... Si me asomo yo se esconde la tortuga y se va el gato, les chafé su intimidad.
Gato negro y ratón blanco, amigos: eso sí que sería bonito como símbolo de nuestras vidas, girando, sí, pero en una tiovivo de sueño de niños.
Nuestro ratón se ha muerto hoy mismo. Se llamaba Chip-chip. Así lo bautizaron mis hijos cuando lo trajimos a casa por el ruidito que hacía al chillar, asustado, en su nuevo hogar.
El pobre bicho se ha quedado frito dentro del tubo que le servía para subir y bajar arriba y abajo de su jaula
Mis hijos se han quedado un poco tristes, aunque menos de lo que yo suponía. Como hacía días que el animalito iba deteriorándose, dejando de jugar y hasta de comer, han tenido tiempo de asumir que su mascota se moría.
Supongo que eso es lo verdaderamente educativo de tener una mascota: ayuda a adquirir familiaridad con la muerte.
A Chip-chip lo hemos enterrado en un jardín público, amortajado en una doble capa de celofán y papel-aluminio. El féretro era una caja vacía de perfume. Mis hijos están contentos porque sobre la "tumba" del ratón se está levantando el nuevo zoológico de la ciudad. ¿Qué lugar más adecuado para un pequeño ratón muerto que el lugar donde vivirán leones, tigres y elefantes?
Que hermoso final para un ratón: ser cimiento de todo un zoo. Quizás también nosotros tambien tengamos como cimientos a un único ser, mejor dicho a una pareja de seres. De dos Austrolopitecus aburridos de su condición y que decidieron mutar y ser otra cosa. Eloos decidieron dejar de dar vueltas en los tiovivos y en las ruedas de hamster y la verdad, al final ignoro si eso ha sido bueno o malo.
Pobrecito Chip-chip.
Le llegó su hora. Tuvo su vida, la que le tocó vivir, como todos tenemos la nuestra; fue feliz en su casita/mundo e hizo feliz a sus dueños en el suyo.
Los niños afrontan la muerte de una forma mucho más sana de la que tenemos al crecer, más parecida a la de los animales, más natural.
Chipchip se fue cuando tenía que irse: cuando la noria ya no giraba porque ya había dado todas las vueltas que tenía que dar.
La ceremonia me parece, como a Dr. Krapp, hermosísima, qué mejor forma, y sobre todo, qué mejor sitio; y tus niños podrán ir cuando esté el zoo terminado a visitarlo y rendirle homenaje intentando escuchar ese ruidito, ese chip chip que seguro oirán en algún rincón desde el cual el ratoncito blanco les estará mandando saludos, besos, guiños y sonrisas desde su colorido tiovivo del más allá.
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