sábado, 8 de agosto de 2009

Centro


Tengo la seguridad de que cuando estuve por primera vez en Varsovia mi ignorancia sobre Bujara era absoluta. Quizás hubiera percibido vagamente su nombre en alguna novela. ¿Existe tal vez un “hechicero de Bujara” en Las mil y una noches? Es posible que hubiera visto por descuido el nombre en la vitrina de algún negocio de alfombras. Pero desde el día en que Issa apareció con sus folletos de viaje, Juan Manuel y yo nos entregamos, cada quien por su cuenta, a rastrear todos los datos que teníamos a nuestro alcance sobre las ciudades uzbecas del Asia Central para imprimirle mayor verosimilitud a los relatos.

Apenas unas semanas atrás, poco antes de emprender el viaje a esa región, oí a un teósofo mexicano de paso por Moscú decir que Bujara era uno de los ombligos del Universo, uno de los puntos (creo que hablaba de siete) en que la tierra logra establecer contacto con el cielo. No sé qué haya de cierto en ello, pero cuando a la hora del crepúsculo llegué a la ciudad y percibí la configuración cóncava de la bóveda celeste llegué a sentirme en el centro mismo del planeta. Posiblemente todo ello influyó para que, al trasponer las murallas que rodean la ciudad antigua, la sensación de imantación y magia que desprendía fuera más poderosa: llegaba al zoco, a la kasbah, a los inextricables barrios de la judería con el mismo total asombro que la frecuentación de algunos libros o de ciertas películas me produjo en la infancia.

El corazón de Bujara parece no haber conocido ningún cambio en los ocho siglos últimos. Caminé con Dolores y Kyrim por ese laberinto de callejuelas que con dificultad admiten el tránsito de dos personas a la vez. Estrechísimos senderos que sorpresivamente desembocaban en amplias plazas donde se yerguen las mezquitas de Poi-Kalyan, de Bala-i Jaúz, el Mausoleo de los Samánidas y el de Chashma-Ayb, el espigado y hercúleo minarete de Kalyan, los restos del antiguo bazar. A cierta hora, avanzada la noche, el viajero deambula por callejones desiertos (flanqueados por casas de un piso o excepcionalmente de dos; sin ventanas, en cuyas puertas de madera labrada cada centímetro está trabajado, distintas todas entre sí pues cada una narra de algún modo la historia y señala la estirpe de la familia que la habita, renovadas cada ciento cincuenta o doscientos años con las mismas grecas, leyendas y signos que ostentaban en el siglo XVIII, el en XV, o en el XII) y oye como procedente de otras épocas el eco de sus propios pasos.

Contemplo las postales que compré en Bujara. Lo cierto es que no reconozco del todo esos lugares; pude o no haber estado en ellos. Me deslumbra, sin duda, saber que conocí las maravillas que cual hábil tallador barajo ante mis ojos; apenas logro reproducir la ciudad; recuerdo sobre todo el ruido de mis pasos, las conversaciones con Dolores y Kyrim, el aire de embriaguez, de deleite que me invadió cada vez que una de esas callejuelas se abría para dar paso a las suaves formas de un mausoleo; recuerdo la música del Islam que se filtraba por algunas ventanas, también ella posiblemente muy poco transformada desde que los antepasados de los actuales moradores erigieron ese centro religioso de pronto convertido en un emporio comercial donde confluían caravanas de los distintos confines del Turquestán, y de más lejos aún: de la China, de Bizancio, de la Russ incipiente; se entendían por señas, emitían palabras que sólo unos cuantos comprendían, desplegaban entre las arcadas del bazar y en los lugares adyacentes sus mercaderías, mostraban dinero, cordeles anudados, canjeaban en una serie de tianguis complicadísimos, canutos de polvo de oro y trozos de plata; las monedas de Toledo se confundían con las acuñadas en Creta, en Constantinopla, con las del Oriente entero. Después de caminar una noche por Bujara, los fastos de Samarcanda, conocidos al día siguiente, ¡tanto oro, tanto esplendor, tal extensión de muros, tal altura de cúpulas!, me parecieron en comparación cosa de nuevos ricos, un raro sueño de grandeza que preludiaba a cierto Hollywood. ¡Como si Tamerlán hubiera intuído la posterior existencia de Griffith o de De Mille y se divirtiera en mostrarles el camino!

¡Pero no todo fue silencio y quietud en la noche de Bujara!

Se iniciaba el mes de noviembre. Finalizaba en el Uzbekistán la cosecha de algodón y en sus ricas ciudades se celebraban las bodas. Hubo un momento en que Bujara se hundió en el estruendo y la locura. Y fue entonces, al contemplar una de las procesiones nupciales, cuando debí sentir el aleteo, su primer roce, sin lograr siquiera precisarlo, de una historia ocurrida veinte años atrás cuando Juan Manuel y yo conversábamos en Varsovia con una pintora italiana, una mujer más bien detestable, y le sugeríamos viajar a Samarcanda. Ahora advierto que debió ser Bujara la ciudad que teníamos que recomendarle; todo lo que entonces inventábamos para animarla se me antoja posible en Bujara. Cuando le hablábamos de Samarcanda lo que de alguna manera se bosquejaba en nuestra imaginación era la otra ciudad.

Mientras recorríamos callejones en nuestro intento de llegar al centro de la ciudad, el verdadero ombligo del Universo al que seguramense se refería el teósofo, Kyrim contaba con fruición historias atroces oídas en casa de amigos de sus padres; con toda seguridad esos relatos se vienen transmitiendo de generación en generación y así pasarán a los siglos por venir; tratan de crímenes espeluznantes, de cadáveres descuartizados de modo complicadísimo. La fruición del narrador revela esa crueldad que posee en los más insólitos momentos a las tribus del desierto; pero, como Las mil y una noches, tales relatos carecen de sangre real, son una especie de metáforas de la fatalidad, de las cuitas y fortunas que integran el destino humano (¡porque Alah será siempre el más sabio!) y en vez de empavorecernos nos crean una especie de soltura, de reposo.

No es difícil que cuando Issa, la pintora italiana, hizo el viaje al Asia Central haya conocido Bujara. Es posible que haya contraído allí la enfermedad que le arrebató la razón y de cuyos detalles nunca logramos enterarnos del todo.

Capítulo II de "Nocturno en Bujara", dentro de "Vals de Mefisto", de Sergio Pitol.

21 comentarios:

Susana Peiró dijo...

Ahhhhh Fauveeeee! Dejaste ese bocadito de Nocturno en Bujara", de Sergio Pitol...e inevitablemente estas letras despiertan las ganas de "más"!

Muchas Gracias mi Guapísima, por compartir tu lectura!

Besazoooooooooo!!!!

Fauve, la petite sauvage dijo...

¡Claro, Susana! ¡Esa es la intención! Me pillaste el truco, jajajajaj.

Lo leí hace poco pero tenía atraso en mi/los blog/s, ya sabes...

Besísimos; muchísimos.

Fauve, la petite sauvage dijo...

La pena es que no encontré ningún cuadro que me gustara del todo para acompañarlo de mural y puse esa preciosa foto que encontré en internet, pero... ¡con la de obras que tiene que haber! ¿Alguien se anima a añadir alguna?

sonoio dijo...

QUÉ BUEN POST!!!!!!!!!
nada más
sólo un beso

Urko dijo...

Me encanta esa foto que has puesto para ilustrar el post.

Juan Duque Oliva dijo...

Pues si que lo consigues nos dejas con hambre y mono de más.

Un beso guapa

Fauve, la petite sauvage dijo...

Sonoio, ¡es copiado! (por si acaso...) y gracias.

Urko, ¡una alegría verte! jaja, me gusta que te guste la foto, fue la que más me gustó a mí... pero prefería un cuadro, soy rarita ;-)

Luz de Gas, ¡qué bien! pues a ver cuándo consigo que de tanta hambre devoréis... libros ;-)

Besos a todos.

Folks dijo...

Sinceramente, hace mucho que no hace usted ninguna acrobacia postal. Cortapegas, cadenas y comentarios sobre gatos.

¡Imaginación, coñe!

Funcionario's blog dijo...

Pues nada de poner cosas de otro. A pasarse por allí y a contarnos tus experiencias, si puede ser.

Un saludo.

Fauve, la petite sauvage dijo...

Hola, PaulayManuel, ¡bienvenidos! bonito avatar; no puedo votaros pues ya utilicé esa categoría. Pero podéis votarme vosotros a mí en Personal o en Diseño XD.

Folken, estás perdiendo facultades: ¿acaso he hecho alguna yo jamás? Eso lo dejo para ti, y, por cierto, hace mucho que no voy a romperme el coco con tus crucigramalaberintosudokutextoentradas del blog.

Funcionario, lo mío son los murales, qué se le va a hacer...

¡Besos a todos!

Perséfone dijo...

Con esta entrada has generado una tremenda curiosidad en mí. ¡Yo también tengo ganas de leer más!

Un abrazo.

Urko dijo...

Bueno, si preferías un cuadro...

Fauve, la petite sauvage dijo...

Perséfone, pues ¡a leerlo! Aunque me he dado cuenta de que tenía muchos errores, eso me ha pasado por copiarlo en un documento del works en vez de aquí directamente... Ya está corregido todo (creo) ;-) A mí me gustó mucho otra parte del libro que no pude copiar por el formato (hay párrafos duplicados en columnas y no sé hacer eso en el blog). En Compactos Anagrama es muy barato, y en las bibliotecas, más.

Urko, jajaj, qué malo eres; quería decir una obra de arte, sea pintura, fotografía o escultura, que reflejara lo que yo quería exponer para completar el "mural", la pieza que me falta para mi idea, y no "sólo" una foto de Bujara, por bonita que sea (considero preciosa la foto).

Besazos en to los morros.

galmar dijo...

foto y letras: me gustan :) un biquiño!!! has sido mi descubrimiento de hoy, porque no conocía al autor :) ni la ciudad, bueno, he descubierto más cosas, pero en mi bolsillo... van guardados nuevos nombres :) feliz semana!!!
eso de sentirse en el centro, me gusta también, hay veces que desde una esquinita se ven muchas cosas, pero lo que se siente, es siempre mucho mejor desde el centro, con todo alrededor :)

. dijo...

Hola Fauve:

Tienes un blog muy bonito, muchas gracias por enlazarlo con el mío…

Yo voy a hacer lo mismo, para que así estén los dos enlazados…

Difundo el mensaje del tema de la esterilización…

Un saludo

Fauve, la petite sauvage dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Galicia Maravillas; muchas gracias por tu visita y por meter mis sugerencias en tu bolsillo ;-)

En defensa de los animales, probablemente te guste más la siguiente entrada, justo a continuación de ésta... Un saludo y muchas gracias por tu visita, por tus piropo y por enlazarme.

Lola Mariné dijo...

Un apasionado relato que deja con ganas de leer más.
Esperaré la siguiente entrega.
Saludos.

Rafael Garbero dijo...

Hola me gusta mucho tu blog…., me parece muy interesante estos temas, desde ya voy a pasar seguido por aquí, te cuento que yo participo en los premios 20 blogs en la sección Latinoamérica y quiero hacerte una propuesta…, te gustaría que hagamos un intercambio de votos?...., claro si es que todavía no los utilizaste…
Un abrazo, saludos.
Rafa.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Volví de mis vacaciones, querida amiga.

Es un placer volverte a leer...!

Besos.

selene dijo...

Hola Fauve cuando vi tu perfil edad decia 105 años, no creo q tengas esa edad verdad?, por otro lado siempre dejas a todos tus lectores con ganas de mas!!! de mas !!! en una entrevista que hacian a los escritores de best seller uno de ellos decia que el secreto esta en dejar a tus lectores con ganas de seguir leyendo ahi la clave un saludo Fauve de selene

Deprisa dijo...

Muy buen aporte. Me ha gustado como describes tu estancia.

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