martes, 2 de febrero de 2010

Petersburgo

Poco a poco, pasito a pasito, como una hormiga, incluso la de la fábula porque ya pasaron los tiempos de ser cigarra, voy leyendo libros, ¡SIGO LEYENDO! y ahora estoy con uno en concreto sobre el que ya confesé no haberlo leído en otra entrada de este blog, y acerca del cual hoy iba a buscar información en internet, ¡no sé por qué! ya que no suelo hacerlo; quizás algunas veces después de -leído, claro; y cuál no sería mi sorpresa al encontrar un artículo de mi adorado Enrique Vila-Matas (a quien desde aquí mando un afectuoso saludo ;-) )sobre esa obra maestra que esta menda lerenda lee a su manera... Tantas ganas he sentido de traerlo aquí que lo copio y pego sin cuadro, puzzle ni nada; ni falta que hace; y, si me apetece poner algo más, ya editaré.


CRÍTICA: RELECTURAS
La brecha de 'Petersburgo'
ENRIQUE VILA-MATAS 08/08/2009



Andréi Biely escribió una de las obras mayores del siglo XX, cuyo centro es el lenguaje y la necrópolis moderna

Petersburgo, La palabra quedó suspendida en el aire, solitaria, única. Nadie en el plató de televisión podía negar haberla oído. Como de pasada, la había dejado caer Nabokov al nombrar por sorpresa las cuatro obras maestras de la prosa del siglo: "Son, por este orden, Ulysses, de Joyce; La metamorfosis, de Kafka; Petersburgo, de Andréi Biely, y la primera mitad del cuento de hadas de Proust En busca del tiempo perdido".


Mezcla estrambótica de humor oriental y trascendencia, siempre próxima a estallar, como la bomba contra el senador.

¿Petersburgo? ¿Quién era Biely? Corría el verano de 1965, y en aquellos días todavía existía un cierto interés por esta clase de inocentes asuntos. Grove Presse no tardó en reeditar, a los pocos meses, aquella misteriosa y casi olvidada novela rusa de 1906. Pronto se supo que, aunque había sido adscrita inicialmente por los críticos de su tiempo a la corriente simbolista, Petersburgo jamás se había distinguido por ser una obra fácil de clasificar. Y por sus experimentos con el lenguaje y su intento de abarcar la vida cotidiana de una ciudad entera, hasta había llegado a ser considerada como el Ulysses ruso. A mí me parece que es una de las novelas más extrañas y complejas que se han escrito nunca. La he releído estos días y no influye en lo que digo el estado de ánimo con el que abordara este libro el 6 de octubre de 1981 cuando comencé a leerlo por primera vez y aún me sentía bajo los efectos narcóticos de varios ensayos franceses que lo situaban en la cima de la complejidad universal. Asombra ahora, al volver a leer Petersburgo, no sólo esa complejidad -tan admirable, sin duda-, sino la desbordante facilidad técnica con la que Biely superpone en el libro varias capas de interpretación y sobre todo la facilidad -propia de un genio- con la que sabe reunir tanta exuberancia de imaginación y verbo en un espacio urbano a fin de cuentas tan limitado como mortal, pues la gran ciudad de la Perspectiva Nevski se alimenta sólo de un gran ideal o, mejor dicho, de una moda.

-¿De qué moda?

-¿Quiere que la defina con palabras? Es como un ansia general de muerte; me emborracho con ella.

Sin perder el humor, Petersburgo dramatiza en clave de palimpsesto esa ansia general de muerte y poetiza el fin de un lenguaje (que Biely manipula a fondo) y de una cultura que se agota ante nuestros propios ojos. El lenguaje y la necrópolis moderna parecen los centros de la narración. Pero no se sabe cuán realmente importante es el argumento. Porque Biely, al igual que sus maestros Shklovski y Eichenbaulm, era un teórico literario que distinguía entre fábula y trama. Para Biely, la fábula era el argumento, mientras que la trama era el modo narrativo que agrupaba los hechos contados. Y la fábula o pretexto para fraguar Petersburgo es sencilla, pariente lejana de Los demonios de Dostoievski: el frágil y joven pensador Nikolai Apolónovich recibe la orden de atentar con bomba contra su propio padre, el senador zarista Apolón Apolónovich Ableújov, de quien Biely nos dice, con pronunciada ironía, que es de ilustre procedencia, pues "tenía en sus orígenes a Adán".

Seguramente no cuenta demasiado en este libro la fábula y sí, en cambio, la trama, entendida como una forma, como un modo de contar, tal vez un modo tan desaforado como sutil de llevar la contraria a una cierta línea recta ortodoxa, occidental. Releyendo Petersburgo, he recordado unas palabras del diario de Eichenbaulm: "Shklovski está en lo cierto cuando dice que deberíamos escribir de nuevo libros incomprensibles como el zorro que gira bruscamente a un lado mientras que el perro continúa su búsqueda todo recto". De hecho, estas palabras ya resuenan como un eco al comienzo mismo de la novela de Biely: "La Perspectiva Nevski es (debo decirlo) rectilínea, siendo como es una avenida europea". Atamos cabos. Aunque, si lo pensamos bien, ¿acaso no estamos en Oriente? ¿Por qué tendría que ser tan recta la Perspectiva? En la trama, la gélida ciudad de Petersburgo y su gran avenida, así como el sonámbulo deseo de parricidio y el ansia general de muerte, actúan como pretexto para hilar un discurso de novela policiaca, pero también de novela mística (a la que no le faltan los mundos paralelos), de novela política, de novela intertextual, de novela de corte vanguardista, y hasta de novela de costumbres. Es un libro palimpsesto que hoy, habituados como estamos a la plaga de novelas planas que nos invade, puede incluso llegar a sorprender más de lo que pudo hacerlo cuando, con su acento vanguardista, apareció en 1906 en Rusia.

En Petersburgo, que anunciaba una promiscuidad de géneros que más tarde se abriría camino en la narrativa del siglo, se superponen numerosas escrituras, consecuencia de la visión que Biely tenía del arte: una visión como de anamnesis, de invasión de la conciencia artística por un superconsciente, de especie de desposeimiento de uno mismo. Sabiendo esto, quizá no nos resulte tan extraño que Biely sufriera en 1911, en Sils Maria, sobre el peñasco en que Nietzsche había tenido la intuición del eterno retorno, una especie de gran crisis nerviosa. Había experimentado el ascenso incandescente de las "lavas del superconsciente". ¿Se separó de sí mismo? Todo indica que, a través de una fría ecuación intelectual, llegó a experimentar la misma apertura de mente que pueden facilitar ciertas drogas que logran nuestra conexión completa con el cosmos. Por una brecha de su cerebro entró el mundo exterior, entraron los vivos y, sobre todo, una legión de muertos.

El artista, aquel que sabe percibir algo superior a su realidad, se exilia de sí mismo y el magma supranatural penetra impetuosamente en él. Esta sensación de apertura, de fisura o de hueco, la describe Biely con frecuencia. En ella se inspiran varios episodios de Petersburgo: es el tema de la brecha que, al final del capítulo tercero, se forma en el cerebro del senador: "Algo, con un rugido semejante al del viento en la chimenea, succionó rápidamente la conciencia de Apolón Apolónovich a través del boquete azul del parietal: hacia más allá del infinito".

Creo que nunca mi propia risa de lector ha llegado a conmoverme tanto. Mezcla estrambótica de humor oriental y trascendencia, siempre próxima a estallar, como la bomba contra el senador. La grieta, la fisura sobrenatural, la rotura, son imágenes cardinales en la temática de esta nerviosa novela. Como texto policiaco, Petersburgo gira en torno al posible atentado parricida y desgrana lentamente una acción inmóvil, de suspense y horror y, en definitiva, de angustiado eterno retorno. Como novela política, no está del lado de los terroristas, pero tampoco simpatiza con los poderosos; las mismas pesadillas atormentan a unos y otros, y todos son agentes de destrucción, del mismo modo que Apolónovich padre y Apolónovich hijo son la misma cara de la misma moneda, o de cierta promiscuidad fisiológica: el uno imagina a su padre durante la cópula, y el otro sueña en abrir un agujero para espiar a su hijo.

Como novela intertextual (como novela de recapitulación de los temas esenciales de la biblioteca de su patria, porque también todo eso es Petersburgo) es simplemente extraordinaria: Gogol, Pushkin, Dostoievski, Lermontov, Chejov, están discretamente presentes en la trama que resume, en un no menos discreto pero efectivo plano secreto, la historia de la línea más noble de la gran narrativa rusa. Como novela mística, por su parte, ofrece seguramente la cara más interesante y la más alucinante de este palimpsesto. El hombre es un vestigio de otra cosa. Biely alude a las otras realidades y a huellas olvidadas. Y con una prosa rítmica que nos embruja hace avanzar su endiablada trama, es decir, su modo o forma extraña de estructurarlo cósmica y mentalmente todo; su modo de conducirnos con severidad -puntuada por un narrador irónico, cervantino- hacia esa ruina general en la que ya estábamos instalados, sin saberlo, antes de comenzar a leer tan grandísima obra maestra.

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9 comentarios:

Candela dijo...

Me alegra verte de vuelta al albero!!

BLAS dijo...

Me ha dejado la mar de tranquila saber que si alguien como Vila-Matas puede considerar compleja, en algunos momentos, alguna narrativa, yo quedo totalmente absuelta por tales cargos. Porque a mi me pasa con bastante frecuencia y me siento súper culpable, aparte de mema, claro. Y no es hasta la siguiente vez que lo intento, e incluso la tercera, cuando ya le encuentro sentido y gusto, consiguiéndome introducir en ella.
Respecto a la obra, tiene muy buena pinta, y no la conocía, mientras que tanto Ulysses (Joyce), como La Metamorfosis y algo de La Búsqueda del Tiempo Perdido, sí. Así que me pondré a rebuscar y a echarle una ojeada para cuando mi cerebro se encuentre receptivo ante esa clase de relatos.
Como siempre, un placer tu post Fauve.
Besos!!

Lola Mariné dijo...

No conocía esta novela, y la verdad es que tal como la comenta Vila-Matas dan ganas de leerla.
Lo que no acabo de entender es que el Ulises de Joyce sea por narices una obra maestra; la lei y me aburrió soberanamente, no le ha gustado a nadie que yo conozca, pero ¡Ay de quien diga que no es lo más!

Luis Antonio dijo...

Enrique Vila-Matas debería dedicarte todos sus libros. Le haces una propaganda impagable...

Besos

Luis Antonio dijo...

A LOLA MARINÉ (con tu permiso, Fauve):

"Ulises" de J. Joyce se hace insoportable a culaquier lector que busque cuestiones ajenas a las técnicas narrativas...

Un cordial saludo

Susana Peiró dijo...

Mira tu...¿Y yo me he perdido esta joya?????

Joer, estos rusos ha sido un poco padres míos...y con Vos descubro Petersburgo!

Voy a remediar inmediatamente esta apostasía!

Besitos Fauviña!

Fauve, la petite sauvage dijo...

Candela, ¡muchas gracias! aunque me verás muy de cuando en cuando, lo siento porque me gustaría estar más pero no puede ser.

BLAS, tengo una sorpresita para ti pendiente desde hace mucho tiempo; en cuanto esté de ánimo y con fuerzas lo pongo. Sobre el libro, cada uno lee como le apetece: quién disfruta más de una peli, un cineasta que se fija en los ángulos y las luces y los movimientos de la cámara, etc, o un aficionado que vive la peli y se mete y se emociona o ríe o llora o lo que sea? La verdad, no lo sé. Pero Petersburgo, lo poquito que llevo, me gusta mucho, muchísimo ;-)

Lola, ¡ya conoces a una! Y lo leí tres veces, además, de tanto que me gustó.

Luis, casi mejor que me diera comisión, ajjajaj. Es broma, para mí es un placer recomendar lo que me gusta.

A Luis, con permiso de Lola: yo no busco (al menos conscientemente) técnicas narrativas, pero con lo quisquillosa que soy, quizás puede que mi inconsciente lo haga, quién sabe. A mí no me gustan los mileniums y las sagas que le gustan a todo el mundo... Claro que eso es otro tema pues no es literatura ni arte; tampoco me gustan el As ni el Marca.

¡Remedia, remedia, Susana! (Ojalá no te defraude mi recomendación tan pronta sin haber aún leído el libro completo -llevo muy poco).

Cornelivs, ¿unos días? ¡qué suertudo! muchos besos y mucha puesta a punto ;-)

Saludos a todos desde la cama y con fiebre.

Fauve, la petite sauvage dijo...

Otro pasito más en mi camino y a ver si también doy unos pasitos más con el libro esta noche de insomnio.

¡Saludos!

Fauve, la petite sauvage dijo...

Por favor: que nadie compre la edición de Akal. Es de bolsillo-bolsillo, muy caro... y tiene numerosísimos e imperdonables errores gramaticales, erratas, faltas de ortografía, frases incompletas, una traducción pésima por momentos y los correctores no se afanaron en absoluto para mejorar nada.
Un auténtico timo, con una obra tan grande: un pecado como la copa de un pino.
Saludos.

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